La historia no comienza (ni
termina) con Megaupload, ni con Kim DotCom, ni con Anonymus ni tampoco con
Facebook o con Twitter, mucho menos con Napster, ni con el Spam, ni con los virus,
ni con Jobs o Gates (que ojalá algún día se ventilen por medios “oficiales” la verdad de sus crímenes),ni siquiera
comienza en Sillicon Valley. Mucho menos
comienza con Internet, aunque debo reconocer que gracias a Internet la guerra
se volvió más global y pública.
Tampoco los intentos de controlar
nuestras decisiones terminan (o
terminarán) con la ley ACTA o la ley SOPA, o la ley PIPA, o las escuchas a los
servidores ISP, o el intento de los esbirros del sistema, los medios de
comunicación convencionales, de llamar a todo aquel que use una computadora de
forma más o menos inteligente “hacker”.
No señores, esto comenzó hace
mucho, mucho tiempo y lo que vemos hoy no es más que su versión más
moderna. La lucha por el acceso
universal al conocimiento es algo que viene de siglos atrás, pero que con la
irrupción de la informática en la historia de la humanidad parece que esta se
ha polarizado hasta poner nuestro universo tangible y a nuestro brand-new universo digital –o ciberespacio- en llamas por los Nerones de nuestro
tiempo: las editoriales literarias,
disqueras y distribuidoras de películas, para quienes su idílico mundo donde
todo era vigilado y controlado, se cae a pedazos por esta maravilla de nuestros
tiempos llamada la Internet.
No es nuevo que se quiera penar
el conocimiento, ni mucho menos satanizar a los que intenten difundirlo (la
iglesia católica nos ha enseñado mucho de esto durante sus 17 siglos de vida),
no es nuevo tampoco que el gobierno más entrometido de la historia -con
tentáculos oficiales y no oficiales en cada país del planeta- intente a través
de su FBI imponer su propia ley, a
balazo limpio, cual sheriff de película del viejo oeste, para defender a sus
atribuladas y, sobretodo, megabillonarias empresas, que solo entienden de copyrights y códigos cerrados o en
simple español de clientes - esclavos,
de aquellos que ellas consideran son los enemigos del sistema : los “hackers”.
Para ellas los “hackers” (lo
pongo entre comillas porque denominan a un cracker, un slammer o un phreaker,
quienes en esencia son destructores, como hackers) como los culpables que se
difundan informaciones que no se deben difundir, se escuchen canciones por las
que no se han pagado, se lean libros que no se han “comprado” (entre comillas
porque bajo la ley del copyright no compras, sino alquilas con permisos
especiales), cuando la cultura hacker va más allá del software. Los hackers resuelven problemas construyendo soluciones,
creyendo firmemente en la libertad, la igualdad, la ayuda mutua y la mejora
continua, guiados únicamente por 3 principios: creatividad, inteligencia y
audacia. En palabras simples, hacker es todo aquel que se atreve a ir donde los
demás dicen que es imposible, buscando, nada más, mejorar. Pero mejorar ayudando, aprendiendo y
motivando.
En 1973, gracias a estos
principios, Bell Labs, la división de investigación de AT&T al mando de
Dennis Ritchie (tal vez, sino el más grande, uno de los grandes hackers y héroe
de la informática) desarrolla, a partir del lenguaje B que había diseñado Ken
Thompson (otro gran hacker), aquello que hizo posible el avance vertiginoso de
la informática en los últimos años: el glorioso lenguaje C.
Ritchie, al percatarse que bajo
los cánones del copyright, las
potenciales aplicaciones que podían desarrollarse quedarían en nada, cede los
derechos de propiedad al Massachuset Institute of Technology, o por sus siglas
MIT, para que la historia como la
conocemos, suceda: aparece el sistema operativo UNIX, de lejos lo mejor que ha
sucedido en la informática, apareciendo como consecuencia el protocolo TCP/IP,
la unificación de las redes informáticas, los satélites de comunicaciones, el
ADSL, la telefonía móvil y todo eso que
hoy conocemos. Un simple acto que define
su grandeza.
Pero como los “amos del mundo”,
aquellos que siempre quieren decirnos como pensar, no podían dejar las cosas así, quisieron
evitar que ese conocimiento, y todos los conocimientos, se difundan y se
compartan, y, aprovechando que ellos siempre tienen a la ley y a las
autoridades de su lado, a través de la Corte Suprema de Justicia de los Estados
Unidos de América, ordena en el año de 1983 dividir AT&T en 7 empresas, especialmente
Bell Labs, con la condición que cada una sea vendida a diferentes dueños. ¿Cuál fue el motivo? AT&T quería desarrollar un sistema integrado de
voz y datos -¿les suena conocido?- que permitiera mejorar la interacción inter empresarial
a través de las computadoras (en ese momento todavía era temprano para pensar
que cada persona manejara su propia computadora), ¿Cuál fue el alegato del
fiscal? Que un sistema así crearía un monopolio por parte de AT&T, lo cual
era ilógico porque para ese momento C y UNIX eran libres de ser usados por
cualquiera por estar sujetas a la ley del código abierto. El motivo real era otro, el gobierno era
incapaz de controlar lo que ahí sucediera y/o planeara, y, por lo tanto, no debía existir.
Pero el desarrollo de UNIX en el
MIT, junto al proyecto ARPANET y el desarrollo del lenguaje HTML por parte de
la Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire o CERN, hicieron posible
que en el año de 1990 apareciera en nuestras vidas la Internet, aquella
autopista de comunicaciones que hizo del mundo una aldea global. A pesar de las
restricciones de los copyrights
y el código propietario, la Internet
permitió que en el año 2001 se desarrollara una idea que estaba cimentada en
los esfuerzos de otro gran hacker: Richard Stallman, fundador del GNU y el
software libre. Esa idea, convertida en
una organización sin fines de lucro por el profesor de derecho de la
universidad de Stanford Lawrence
Lessig, es la
licencia Creative Commons, la cual consiste en facilitar la distribución y el
uso de contenidos a través de una serie de licencias, cada una con diferentes
configuraciones, que permiten a los autores poder decidir la manera en la que
su obra va a circular en internet, entregando libertad para citar, reproducir y
modificar. Era, y es, hacer posible la
utopía de la universalidad del conocimiento, el sueño realizado de que el acceso
a la cultura por fin era de todos, y
alcanzar a través de esta igualdad de oportunidades, el deseo más sublime: la libertad total.
Hoy en día, al igual que en 1983,
el gran miedo de los grupos de poder es que el conocimiento compartido y la
libertad de difusión hacen real y tangible el ideal de democracia, ya que nos
devuelve a todos el poder de elegir, opinar y conocer libremente, de una manera
automática y sin intermediarios.
¿Ahora entienden lo que
realmente significa la intervención de
Megaupload y la importancia de sindicar a Kim DotCom como un delincuente “altamente
peligroso”?.
¿Ahora entienden la importancia
de movimientos como el de Indignados o el de Anonymous?
Los hackers no son niños robando
tarjetas de crédito para comprar videojuegos, son los que hicieron posible que
tu y yo podamos estar ahora dónde estamos y podamos disfrutar de todas las
bondades de esta era tecnológica. Son
los que han hecho que el conocimiento sea accesible para todos y que esa
“sabiduría de las masas” sea tan real hoy en día.
Es por eso que ahora , más que
nunca, debemos ser concientes y estar alertas de lo que sucede y como sucede,
porque está en peligro la Internet como la conocemos y disfrutamos, y es
nuestro derecho defenderla, y no porque
sea la defensa de la Internet, sino
porque a estas alturas es la defensa de nuestra misma libertad.
1 comentario:
la PURA VERDAD !!!
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