miércoles, setiembre 14, 2011

Con el sudor de tu frente

"Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" Génesis 3:19
Si preguntan a cualquiera el por qué trabaja, las respuestas casi siempre son las mismas, porque la vida es así, o para tener un futuro mejor, o para darle mejores cosas a la familia, o como ejemplo para los hijos, pero al final ¿necesitamos realmente trabajar tanto para eso?. Es cierto que vivimos en una sociedad de consumo que nos obliga a cambiar nuestras pertenencias en un promedio de cada 2 años sin contar casa y alimentación, lo cual, si viviendo solo resulta un problema económico serio, al tener familia esto se potencia terriblemente. Pero esto explicaría solamente una de las aristas del tema, ya que si bien trabajamos hasta el hartazgo para satisfacer nuestras necesidades, la otra razón por la cual trabajamos es por el sentimiento de pertenencia que todos tenemos. De una forma u otra cada una de nuestras facetas debe verse acogida por la insignia del grupo a la cual pertenece. Y el trabajo no es una excepción.
La religión, uno de los grupos que explica de una manera más o menos sensata las inquietudes de cada una de nuestras facetas, tiene una explicación para el trabajo también. En el caso del cristianismo en sus 2 vertientes más representativas tenemos 2 visiones bien diferenciadas; mientras en el catolicismo el trabajo es un castigo impuesto en respuesta al primer desafío a Dios por parte del hombre, el protestantismo lo convierte en el medio sublimador de los pecados cometidos, esto es, dicho en palabras llanas si eres católico el trabajo es un pagaré y si eres protestante es una nota de crédito.
Y esta pudiera ser la razón que exista en inglés, y no en español, una palabra que poco a poco se escucha con más frecuencia : "work-aholic".
La "adicción al trabajo", el intento español por no usar el antes mencionado tecnicismo inglés, es tal vez lo que mejor defina lo que entendemos por "buen trabajo" hoy en día. De forma frenética, siempre atareados, teniendo una palabra de disculpa ante cualquier posible falla, estresados, sin tiempo para nada. Y si revisan los CV´s resulta que todos son proactivos, decididos, pragmáticos, sin ningún sentimiento, sin escrúpulos, fríos, calculadores, pero siempre con la mente puesta en lo mejor para la empresa, o siguiendo nuestra línea de raciocinio, lo mejor para el grupo o equipo al cuál pertenecemos. En otras palabras si hacen algo, por más estúpido que sea, mientras obtengan el beneplácito de su jefe todo será excelente. Olvídense de las drogas, el alcohol y el sexo; la adicción de estos días y que más vidas se lleva es la del trabajo. Pasamos 10 horas en promedio sufriendo, peleando, discutiendo, amargándonos y frustrándonos y las otras 14 acordándonos de aquello solamente para ser aceptados, para que alguno de nuestros "superiores" nos mire con un atisbo de respeto. Y es por eso también, que aquel distinto, aquel diferente que no sea así (sobretodo en lo que respecta al sufrimiento) es automáticamente borrado de la lista.
Un pensamiento de tales características , es decir del tipo fanático, solo puede ser sostenido si existe el refuerzo ético y moral necesario para mirar con buenos ojos el ser un adicto al trabajo. Es por esto que a donde vayamos tenemos fotos del "empleado del mes", de solapines con nombres, de voces moduladas que nos saludan al telefono, de afiches que realzan el sacrificio, y de hojas de sugerencia que nos piden a gritos que cataloguemos el servicio. Y es así como el trabajador olvida la razón por la que fue a trabajar, es decir paga justa por la labor realizada, y termina obteniendo algo que no necesita pero que, digámoslo como es, se siente divino: Aceptación.
Es por esta "aceptación" y la tensión por obtenerla que esta nos genera, que aparentamos lo que no somos, que adulamos a los que consideramos superiores, que vayamos a almuerzos de confraternidad, que mostremos como parches de boyscouts las deferencias que tienen los superiores a nosotros; y al final creemos, tarde o temprano, que existe una confabulación universal contra nosotros, y esto al final cansa y este cansancio hace que de una forma u otra siempre tengamos una mirada tan marcadamente cancina y resignada hacia nuestros trabajos, que odiemos los lunes y veneremos los viernes, que puedas comenzar casi cualquier conversación con lo duro que es trabajar o lo odioso, inútil y déspota que son ciertos jefes, o lo facil que se la lleva tal o cual persona, o la desdicha generalizada por no ser apreciado de manera correcta, y, a pesar de todo esto nunca, pero nunca, dejar el trabajo.

1 comentario:

Moni King dijo...

si uno es work-aholic porque su trabajo es su pasión.. que fácil que seamos adictos.. Este artículo es muy crítico y certero, es una apuesta infalible a un buen criterio literario como ensayo y reflexión.. MUY BIEN ALFREDO